«Cuando me haya marchado
–dijo el anciano jefe–,
si alguna vez me necesitan, llámenme»;
luego se tendió, vuelto piedra.
Ésos eran gigantes
(como se puede ver)
y nosotros
no somos ni sombra de tales hombres.
Tras la cabeza pétrea
su larga cabellera india
se esparció, enmarañada,
en ingles y barrancos
y se extravió por Colorado
sobre el llano desértico,
transmitiendo energía
en una única línea ondulante
del cabello a los pies; allá,
perfilado, inclinado en la distancia,
se levanta el escorzo de sus rasgos y el alto
promontorio del pómulo.
Al repasarla, el ojo
ciñe por entero la horquilla
gigante de su masa,
incluyendo codos, rodillas, pies.
«Si alguna vez me necesitan, llámenme.»
Su singularidad domina el llano
al pedir que su imagen nos ayude:
así los hombres hacen montañas.
El Sleeping Ute [Ute dormido] se llama así por parecerse a un jefe Ute tendido de espaldas con los brazos doblados sobre el pecho. La tribu Ute Weeminuche consideraba estos montes como un lugar sagrado. Lo sigue siendo para sus descendientes, la tribu Ute de los Montes Ute, y aún juega un papel en sus ceremonias, como lo indica la existencia de un Terreno de la Danza del Sol en algunos mapas topográficos, localizado entre las Rodillas y la Cumbre del Caballo (la caja torácica). (de wikipedia)
Trad. J. D.
El original, aquí.